Claudia Sheinbaum, muy de la mano con el mapache Manuel Bartlett, autor del fraude electoral de 1988. FOTO: Gobierno CDMX
Claudia Sheinbaum, muy de la mano con el mapache Manuel Bartlett, autor del fraude electoral de 1988. FOTO: Gobierno CDMX

Mensaje Político

Alejandro Lelo de Larrea


“¡No somos uno, no somos 100, pinche gobierno, cuéntanos bien!” Era la frase en todas las protestas de la izquierda ignorada durante el régimen del PRI como partido hegemónico, de 1994 para atrás. No cambió de fondo en la 4T. Fue el ¡quítate tú, para que me ponga yo! Sólo se invirtieron los papeles. Los “autoritarios” de antes terminaron siendo “los oprimidos” de hoy. Y los ignorados de aquellas épocas, actualmente son los “autoritarios”.

Esto puede plantearse a partir de los discursos, la narrativa del presidente Andrés Manuel López Obrador y su replicadora, Claudia Sheinbaum. Son las cabezas del desprecio a una parte de sus gobernados. De fondo no es una razón ideológica. Es pragmatismo puro.

En realidad, todo está medido en rentabilidad electoral. En un país con más de 70 por ciento de la población en pobreza o pobreza extrema, es muy redituable un discurso en contra de la clase media, y más aún en contra de las clases altas. Sheinbaum y López Obrador encabezan gobiernos electoreros.

Y por ello precisamente buscan conservar una clientela electoral cuya meta es beneficiar con dádivas, asistencialismo social de manera directa o indirecta, a más del 50 por ciento de los votantes. Pretenden con ello preservar en 2024 lo que llaman la “4T”.

Por eso es que López Obrador descalificó a las más de 200 mil personas que marcharon el domingo en la capital, (y un millón en todo el país, según cifras de los propios manifestantes). Calificó como un “striptease del conservadurismo” y que asistió “poca gente”. Dijo que unas “60 mil personas” en la capital, que caminaron del Ángel de la Independencia al Monumento a la Revolución.

Como lo dijo Sheinbaum, había personajes impresentables en la marcha: Roberto Madrazo o Elba Esther Gordillo, a quienes llamó “mapaches (ladrones) electorales».

Lo que no dijo Sheinbaum es que en el gobierno de López Obrador hay también impresentables mapaches electorales, como el caso de Manuel Bartlett. Ella misma, en su momento y hasta hace no mucho, señalaba como responsable principal a Bartlett, cuando se refería al fraude electoral de 1988 en contra de Cuauhtémoc Cárdenas, el padrino político original de la jefa de Gobierno.

Hoy, Sheinbaum luce sonriente en fotografías con Bartlett, y también tiene de operadores políticos a mapaches electorales, como René Bejarano, a quien le comisionó las elecciones de 2018 en la capital, y la gente lo despreció. Tener a esos impresentables cerca es parte del gran pragmatismo electorero de los gobiernos de López Obrador y Sheinbaum.

Ahí en la marcha anduvo la diputada federal Margarita Zavala, a quien en su mañanera López Obrador se refirió como “la esposa de Felipe Calderón”, para hacerla quedar mal. Pareciera una expresión machista, pues ella tiene una trayectoria política desde el PAN, incluso antes de haber conocido al ex presidente. El comentario es equivalente a que Dolores Padierna acuse “violencia política de género” cuando la refieren como “la esposa de Bejarano”. Padierna se fraguó su propio camino político, para bien o para mal.

Por cierto, actualmente Zavala es diputada federal por un distrito de la zona de la Miguel Hidalgo, donde fue la candidata que más votos obtuvo en toda la CDMX.

Así, aunque el discurso, la narrativa presidencial y de la jefa de Gobierno raya en el límite del odio, lo importante es que electoralmente parece rentable. Lo veremos.

 

FOTO: Gobierno CDMX
David Polanco

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