FOTOS: UNISA / Especial
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Mensaje Político

Alejandro Lelo de Larrea

Si no por acción, sí por omisión, el jefe de Gobierno, Martí Batres, es responsable de la represión que acusan estudiantes paristas de la Universidad de la Salud (UNISA), pues al parecer ya se olvidó que él y la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum, iniciaron su participación en la política gracias a la huelga de la UNAM en 1986.

Desde el lunes, estudiantes y docentes de esa universidad iniciaron un paro de labores, y han sido amedrentados, amenazados por enviados de la directora Lilia Elena Monroy Ramírez, quien no ha querido escucharlos y menos atender sus demandas e inconformidades durante más de un año que se lo han solicitado. Tan se oculta de ellos, que el lunes, tras estallar el paro, huyó de la escuela escondida en la cajuela de un automóvil.

Los problemas más apremiantes, me dicen estudiantes y catedráticos, son desde que la plataforma de la Universidad tiene problemas hasta para registrar materias; ha habido maltrato sistemático y despidos injustificados selectivos contra de buenos profesores, desplazamiento de docentes, falta de equipo para la cátedra, enormes carencias en el equipamiento y servicios, a tal grado que hasta los baños están clausurados. En febrero pasado hicieron un primer paro para manifestar todo esto, pero Monroy no los quiso recibir.

Acusan que la directora utiliza a la universidad como si fuera de su propiedad, pues ha metido a la nómina a parientes y amigos, incluso ocupando plazas de docentes para personal administrativo. Muchos son aviadores, no duda en decirme Ronald Gerardo Pérez, alumno de cuarto año de Medicina General y Comunitaria.

Creada el 20 de marzo de 2020 por decreto de Claudia Sheinbaum como jefa de Gobierno, los conflictos en la UNISA comenzaron desde la salida del director Adolfo Romero Garibay, quien fue relevado el 1 de agosto del año pasado por Monroy Ramírez, designada por Martí Batres, apenas unas semanas después de que asumió la Jefatura de Gobierno.

En un año, los alumnos jamás han visto a Monroy. En lugar de diálogo, ha optado por la represión. Estudiantes y docentes señalan a Raúl Marroquín Morales y Armando Gutiérrez Escalante, quienes ante ellos se asumieron como “desarticuladores de la huelga de 1999 y aliados de la directora”. Ambos, me dicen estudiantes y maestros, con el equipo jurídico de la UNISA, se han dedicado a intimidar y amenazar a alumnos con darlos de baja de la escuela, quitarles sus becas, acusarlos de diversos delitos ante el Ministerio Público, lo mismo que a los catedráticos, a quienes además amenazan con despedirlos.

A raíz del paro que inició el lunes, el GCDMX les envió para dialogar al subsecretario de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la CDMX (Sectei), Vladimir Núñez, pero los estudiantes fueron muy claros en advertir que sólo van a negociar con el jefe de Gobierno, Martí Batres, para que conozca de primera mano los abusos, excesos y arbitrariedades de la directora Monroy.

Los alumnos pretenden que Batres escuche sus inquietudes sobre la calidad educativa en UNISA. Y tienen otras peticiones: la destitución inmediata de la directora, de los aviadores que contrató y de toda la gente no apta para el cargo que les asignaron; que se hagan mesas de diálogo efectivo; que reincorpore a 176 alumnos que han dado de baja por temas administrativos y restituyan al personal docente que fue despedido de manera arbitraria; que audite los contratos y los gastos de la administración de Monroy.

Pero, sobre todo, le quieren pedir que cese la represión a los paristas y les dé garantías de que no se repetirá. De esta represión es responsable Batres, ya sea por comisión o por omisión, lo que pronto se va a evidenciar. Lo veremos.

 

 

David Polanco

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