Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
Hace unos días, el jefe de Gobierno, Martí Batres contradijo su discurso histórico previo al 2018, pues presumió que los programas sociales federales y locales (asistencialismo) permitieron cerrar la brecha de desigualdad social, pero se olvidó que estas políticas públicas las criticó –igual que la ex jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum–, desde finales de los 1980, en sus tiempos de estudiante en la UNAM, porque no contribuyen a una solución real y sostenida de los problemas, pues su objetivo es electorero, al más puro estilo priísta.
El jefe de Gobierno se jactó que gracias a la “política social impulsada por la ‘4T’, entre el 2020 y el 2022 salieron de la pobreza 800 mil habitantes de la Ciudad de México”; que “de 2018 a 2022 la pobreza y la brecha de desigualdad en la capital disminuyó 21% y el ingreso mensual de los hogares aumentó de 25 mil 603 pesos en 2020, a 29 mil 770 pesos en 2022”. Esas cifras las atribuyó al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), y el Consejo de Evaluación del Desarrollo Social de la Ciudad de México (EVALÚA).
En los deciles más bajos, dijo, “se duplicó el ingreso, principalmente por la cobertura de los programas sociales”, pues el asistencialismo en la CDMX llega a casi 4 millones de personas con programas como la “Pensión de Adultos Mayores” que apoya a un millón 250 mil personas, y otras ayudas: becas “Bienestar”, “Benito Juárez”, “Jóvenes Construyendo el Futuro”.
El Diccionario del Español de México (DEM), editado por El Colegio de México bajo la coordinación del prominente lingüista Luis Fernando Lara, define al “asistencialismo” así: “Práctica de un Gobierno, una institución o una organización que consiste en brindar asistencia económica y social a una persona o a un grupo de personas, de manera temporal o permanente, con el fin de paliar sus condiciones de vulnerabilidad: ‘Lejos de disminuir la pobreza, el asistencialismo se traduce en dependencia y compra de votos’”.
Definición anterior que coincide con la crítica izquierdista a programas como “Solidaridad” de Carlos Salinas, o “Progresa” de Ernesto Zedillo, porque eran muy “neoliberales” y meramente paliativos. Nada de lo que proponía Batres como diputado federal entre 2000 y 2003, –días en que la CDMX era gobernada por AMLO–, cuando advertía que uno de los pendientes en la capital era ir hacia la economía social que, por ejemplo, fomentara la creación de cooperativas para que los beneficios, las utilidades no se quedaran en unas cuantas manos, sino que pudiera un reparto más equitativo. Cuando fue secretario de Desarrollo Social con Marcelo Ebrard (2006-2011), Batres intentó algo, pero no pasó de ser administrador del asistencialismo aquellos días.
Nada dijo el jueves el jefe de Gobierno de que la CDMX tiene un déficit de 350 mil empleos formales durante la actual administración, pues faltan 106 mil para estar en los niveles de 2019, más los 80 mil al año que no se generaron de 2020 a 2022.
A Batres todavía le queda un año y tres meses como jefe de Gobierno, tiempo en el cual podría al menos colocar las semillas para su proyecto de economía social en la CDMX. Seguramente no le interesa y no lo hará, porque eso no les va a dar votos para 2024. Lo veremos.
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