Lo que es un hecho –nos cuentan integrantes del cuarto de guerra de al menos tres campañas–, es que los encuestadores quieren, con un solo sondeo, ganar todo lo del año. Su sistema de ventas es, literal, a la carta. FOTO: Especial
Lo que es un hecho –nos cuentan integrantes del cuarto de guerra de al menos tres campañas–, es que los encuestadores quieren, con un solo sondeo, ganar todo lo del año. Su sistema de ventas es, literal, a la carta. FOTO: Especial

Mensaje Político

Alejandro Lelo de Larrea


No han sido muchas, pero cada vez que se difunde una encuesta en que hay empate técnico entre Clara Brugada y Santiago Taboada, o incluso con ventaja de éste, de inmediato surge la respuesta del equipo de la candidata oficial, con su recuadro de serie de sondeos de nueve empresas demoscópicas que le dan “hasta 15 puntos de ventaja”. A veces la acompañan de una “encuesta del día”, de esas que parecen sacadas de la manga.

Lo que es un hecho –nos cuentan integrantes del cuarto de guerra de al menos tres campañas–, es que los encuestadores quieren, con un solo sondeo, ganar todo lo del año. Su sistema de ventas es, literal, a la carta: precio fijo de la especialidad, menú para presidencial, gubernatura, alcaldía, senaduría, diputación federal, local. O combos en que pueden incluir varios procesos. Varía la tarifa según el tamaño de la muestra, los puntos de ventaja que quiera el pagador del estudio, si es en vivienda, telefónica, mixta. O sea, cobran hasta el queso extra, y si va con chile o sin chile. Si lo desean, la difusión se paga aparte, y según el sapo es la pedrada.

Un integrante del cuarto de guerra de una campaña me cuenta que lo citaron para darle “el resultado real” de la misma: 10 puntos de ventaja para su representado. Le pusieron el engargolado encima de la mesa, le dieron una pluma, y le dijeron: ‘Ajústala como quieras y la puedes publicar, pero cada punto porcentual tiene costo adicional”. La encuestadora es una de las nueve que presume Brugada.

El gremio de encuestadores, corrupto en lo general –algunas excepciones confirman la regla– va a cobrar lo que en su vida en este proceso electoral, pues hay más de 2 mil cargos en disputa, y en Morena tienen las maletas abiertas para este método de propaganda, pues su estrategia es generar una percepción, un ambiente social de que ya no hay forma de ganarle a Brugada –ni a Claudia Sheinbaum– y desincentivar la participación ciudadana.

Es parecido a lo que se hizo en 2012 con Enrique Peña, quien supuestamente traía más de 50% en las encuestas, dos a uno por sobre López Obrador, y con trabajos llegó al 38.2%, muy cuestionado por el caso Monex. A pesar de que lograron crear esa percepción del triunfo arrollador de Peña desde un año antes –como ahora pretenden con Claudia, Morena-CDMX y Brugada–, la diferencia fue de poco menos de 7%: AMLO tuvo 31.6%. En 2012, la participación alcanzó la media del 2000 al 2018: el 63.1%. El oficialismo calcula que si vota más del 60% en la CDMX, Brugada va a perder. Y en la capital se espera que ronde el 71%, el promedio del 2000 al 2018, para Jefatura de Gobierno.

Los encuestadores saben las trampas que están haciendo, y por eso ya empiezan a curarse en salud, a preparar la justificación para el 3 de junio, pues en corto reconocen que Santiago Taboada ya va en primer lugar.

Exponen dos argumentos para anticipar su justificación, basada en una “sobrerrepresentación” de Morena en las encuestas: 1) que las clases medias y altas –ampliamente antimorenistas– se niegan a contestar los cuestionarios; 2) que cuando llegan a encuestar en estratos sociales más bajos, la gente responde a favor de Morena porque temen que el entrevistador sea del gobierno o del partido y que les vayan a quitar sus programas sociales. Parece evidente en el imaginario colectivo, la mayoría no cree en las encuestas, y menos en la CDMX. Lo veremos.

David Polanco

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