En Otro Canal
Armando Reyes Vigueras
A pocos meses de las elecciones de este año, las más grandes por el número de cargos en disputa, una pregunta se ha puesto en la mesa de discusión pública, sin que muchos hayan respondido al tema, en especial luego de los resultados obtenidos en los comicios de 2018, ¿el sistema de partidos, como lo conocemos, ya dió de sí y estamos ante su ocaso?
¿Fin de una época?
El mensaje que los votantes enviaron en 2018, al parecer, no ha sido entendido por los partidos políticos tradicionales.
Si lo que se rechazó fue la actitud de hacer negocios al amparo del poder, en un claro ejemplo de corrupción, y que una clase privilegiada acaparará las candidaturas, lo que vemos en 2021 muestra que no hubo autocrítica.
Las listas de candidatos, en especial los plurinominales, vuelven a presentar a cuadros políticos conocidos, algunos con varias legislaturas a cuestas, por no mencionar a familiares de los actuales líderes o integrantes de los grupos que controlan a los institutos políticos.
Se alega que se trata de políticos con experiencia que cumplen con el perfil que se necesita para dar la batalla ante un lopezobradorismo que busca un Poder Legislativo sumiso. También se argumentó que se trata de políticos profesionales, que buscan continuar con sus carreras políticas, aunque sus resultados sean más bien discretos.
Por lo visto, los partidos no se han preguntado que quiere el elector.
Ante las expresiones en medios y redes sociales que demandan un cambio en formas, candidatos y propuestas, los partidos responden siguiendo los mismos procedimientos que antes del 2018 y con los mismos nombres de siempre.
De hecho, que se recurra más a palabras como movimiento, frente u organización para sustituir el término partido, nos muestra que se trata de algo ya desgastado y que genera rechazo entre los ciudadanos.
Pero no vemos ni siquiera un cambio en la imagen de los partidos o algo que demuestre que entendieron que la derrota electoral del 2018 tenía que traer consecuencias y provocar modificaciones para que el votante les regresara su confianza.
Se tiene que considerar que en el seno de Morena se replican las prácticas que tanto rechazo generaron entre la ciudadanía, pues también empiezan a surgir casos de nepotismo, de irregularidades que califican como corrupción, de candidatos que van por su tercer o cuarto partido, de políticos que presumen como único mérito una foto con el líder del partido y de errores en la administración pública que empiezan a manifestarse con un creciente desencanto ciudadano.
Todas estas consideraciones se empiezan a expresar en manifestaciones como las siguientes:
En junio podríamos tener un mayor abstencionismo, con lo cual se mostrará que el sistema de partidos ya no responde a los fines para los que fue creado.
También podríamos ver que los partidos, ante su desgaste, terminen siendo sustituidos por líderes carismáticos que organicen movimientos para alcanzar el poder. El caso de López Obrador es un ejemplo de esto, algo que podría ser imitado, en especial en 2024 con la renovación de la presidencia de la república.
Otra manifestación se tiene en la postulación de deportistas, cantantes y personajes del cine y la televisión, quienes buscan aprovechar su popularidad para atraer un voto que los partidos por sí mismos no alcanzan.
En este apartado se tiene que apuntar a personajes que gracias a los escándalos que protagonizan en redes sociales o medios de comunicación, han logrado construir una base de popularidad que les es suficiente para competir en unos comicios en los que importa más la personalidad que la capacidad, y aunque no logren ganar, pueden mantener abierta la puerta para una siguiente postulación, como lo ha ejemplificado Movimiento Ciudadano y su candidato a gobernador en Nuevo León.
Quizá la opción sea que los partidos desaparezcan para ahorrarnos todo el dinero que implica su financiamiento público, para que previo a las elecciones los candidatos que quieran competir organicen sus propias plataformas a partir de una agenda mínima, en las que los recursos económicos provengan, una parte, de la autoridad electoral y la otra de sus simpatizantes, con una fuerte fiscalización y revisión de la normatividad electoral.
Para analistas como Fernando Dworak, el 2021 podría ser la gira de despedida del sistema de partidos como lo conocemos, algo en lo que coincidimos plenamente; los indicios que vemos en la actualidad apuntan en esa dirección, pero no alcanza para saber qué sustituirá a lo que actualmente tenemos en el ámbito electoral.
Es posible que la era de los partidos deje su lugar a una época de caudillos, en la que los electores busquen al líder que resuelva sus problemas con promesas, más que con acciones, oscilando entre liderazgos de izquierda y de derecha de acuerdo a la simpatías que despierten los candidatos de acuerdo a las narrativas que construyan.
Tal vez, sea peor lo que vendrá, en tanto el ciudadano no revise lo hecho por nuestros gobernantes y utilice su voto como un premio o castigo a quienes verdaderamente hacen bien o mal su trabajo.
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