Clara Brugada y Martí Batres, jefa de gobierno entrante y jefe saliente anunciaron el inicio de lo que llamaron “transición”, que en realidad no es otra cosa que una mano le entregue a la otra. Son lo mismo. FOTO: Especial
Clara Brugada y Martí Batres, jefa de gobierno entrante y jefe saliente anunciaron el inicio de lo que llamaron “transición”, que en realidad no es otra cosa que una mano le entregue a la otra. Son lo mismo. FOTO: Especial

Mensaje Político


Clara Brugada y Martí Batres, jefa de gobierno entrante y jefe saliente anunciaron el inicio de lo que llamaron “transición”, que en realidad no es otra cosa que una mano le entregue a la otra. Son lo mismo.

Tan es así, que el actual secretario de Gobierno, Ricardo Ruiz será el encargado de encabezar el equipo de transición de Batres; del otro lado, su jefe político, Alejandro Encinas, como representante del equipo de Brugada.

No hay diferencia entre ellos, lo que coloca a Brugada en una circunstancia de gran compromiso y resolver los grandes problemas de la capital, aunque tiene que decir que todo está de maravilla, porque decir la verdad sería ir contra el propio Batres y su antecesora, Claudia Sheinbaum, virtual presidenta electa.

Brugada tiene que asumir la responsabilidad de los errores de ambos, y por eso su discurso no puede ser otro que el de la “continuidad”, aunque no quede claro lo que signifique.

¿Cuál es la circunstancia en la que llega Brugada a la Jefatura de Gobierno? Primero, no fue quien ganó la encuesta en su partido para ungirla como candidata. Segundo, y más importante, tuvo enormes problemas para que su campaña levantara, y lo logró gracias a todo el respaldo que le enviaron de Palacio Nacional y el Gobierno capitalino: operadores políticos, recursos ilimitados, utilización de las instituciones de seguridad y procuración de justicia para apretar a la oposición.

Pero, sobre todo, Brugada como prácticamente todos los candidatos de la coalición Morena, PT y PVEM, ganó por el empuje de López Obrador, que la llevó a obtener 2.88 millones de votos en la capital, equivalentes al 51.9%. La otra mitad de los 5 millones 564 mil votantes no la respaldó. Es gente inconforme, enojada, ahí están, independientemente de que no tengan buenos partidos de oposición que los representen. En total, ella tiene el respaldo de una de cada tres personas (36.7%) de la Lista Nominal, que son 8 millones de personas.

Brugada no se atreve a insinuar siquiera que hay pendientes en la capital. Al contrario, festina que el trabajo de Sheinbaum estuvo orientado a hacer “una ciudad justa y democrática, así como de derechos y libertades”. Y se compromete: “Vamos a hacer de esta Ciudad de México una ciudad que continúe con los grandes trabajos, que la hagan justa, democrática, sustentable, atendiendo temas tan prioritarios como la seguridad, como el agua, como la movilidad o la vivienda…”

Visto de otra forma, Brugada no tendrá excusa ni pretexto, no podrá echarle la culpa de los problemas de la CDMX a Sheinbaum o a Batres. La ‘luna de miel’ será corta. La gente tendrá que ver rápido que encuentra justicia si es víctima de un delito; que puede caminar las calles sin que la asalten; que no roben sus casas, sus coches; que abra la llave y salga agua potable en sus casas; que se suba al Metro no tarde en pasar y sobre todo no falle; que sea más seguro y ordenado el transporte concesionado; que vaya a los hospitales y clínicas públicas de GCDMX y haya médicos, enfermeras, medicamentos; que haya menos contaminación ambiental; que las avenidas estén iluminadas y sin baches, que los policías hagan su labor y no anden extorsionando al ciudadano. Estas son algunas de las grandes necesidades.

A Brugada se le va a acabar muy pronto el bono de la gente, y siempre debe tener presente que prácticamente la mitad de los electores son sus opositores, aunque por ahora adolezcan de partidos políticos que los representen, pero eso puede cambiar si la inconformidad persiste. Lo veremos.

David Polanco

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