Línea Fifí
Martín Takagui
A ver esos de la derecha que se organicen y que llamen a votar para que me vaya de la Presidencia de la República, palabras más palabras menos fue la provocación que el presidente Andrés López Obrador lanzó para sus adversarios, para los neoliberales y para los conservadores.
Pareciera que es una invitación, un reto, una bravuconada muy temeraria, pero eso difícilmente lo habría dicho públicamente el mandatario federal antes del domingo 1 de agosto o más bien antes de conocer los resultados del primer ejercicio de una supuesta democracia participativa en donde no participó más que el seis por ciento de los 93 millones de ciudadanos que podrían haber asistido a las urnas.
Ese ejercicio de votar para que se ejerza la aplicación de la ley en contra de los ex presidentes de México, nadie lo creyó, por eso no fueron a votar los ciudadanos, poco más de una séptima parte de los que se necesitaban en las urnas para que tuviera validez legal la pregunta son quienes acudieron en forma de borregada o la chairada para apoyar a su mesías.
De inmediato el mismísimo lunes, cuando vio que los mexicanos estamos hasta la madre de farsas y no vamos a validarlas en las urnas para elevar el ego de quien habla desde Palacio Nacional todas las mañanas, salió el presidente a retar a sus adversarios.
Que vengan y que me corran, que salgan a votar en mi contra el 21 de marzo próximo en el Plebiscito de Revocación de Mandato, que no será más que otra farsa engañabobos; una farsa, porque pase lo que pase y sea cual fuere el resultado y participen quien participe en esa nueva farsa, López Obrador seguirá en Palacio Nacional y en la Presidencia de la República.
Algunos de nuestros amables lectores se preguntarán ¿por qué no va a pasar nada?
Pues por la simple razón de que no existe la ley reglamentaria que regularía la revocación de mandato, las formas, los detalles, los entes protagonistas, los personajes y muchos otros procesos que se requieren para nombrar a un nuevo presidente en caso de que le den una patada por el trasero a quien está al frente del Ejecutivo Federal.
El presidente López Obrador no es ningún tonto, es un excelente comunicador y un fenomenal propagandista, ¿quién podría decir que no tiene los suficientes pantalones al escuchar esa bravuconada?
Nadie podría afirmar que no tiene valor, cuando se dio cuenta que a las urnas del pasado domingo solamente asistieron quienes siguen ciegamente al ídolo de Macuspana y que quienes asistan a las urnas del próximo 21 de marzo serán ellos mismos, sus seguidores.
Las farsas del presidente López Obrador siguen creciendo, cada día son más y no es que yo lo diga, se dice desde muchos centros de análisis, en donde se ha comprobado que en sus mañaneras, en estos dos años y cacho de gobierno, el presidente ha dicho más, muchas más de 50 mil mentiras o por lo menos ha hecho declaraciones que no podría comprobar ni él mismo.
Por ahora no se sabe hasta dónde va allegar el sermonero de Palacio Nacional, qué otras cosas va a inventar, por lo pronto Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores sigue colgándose medallitas y reconocimientos, le deberían poner una estrella dorada en la frente.
Con la demanda civil que presentó la Cancillería Mexicana en contra de las fábricas de armas, argumentando que ellos son responsables de que México se encuentre inundado de armas y explosivos en manos del crimen organizado, Marcelo Ebrard vuelve a saltar ante los reflectores como un héroe nacional que está al lado de Löpez Obrador para salvar a Mëxico.
Sigamos por la Línea Fifí.
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