No podía ser distinto, como en la fábula de la rana y el escorpión o la frase popular “ya sacó el cobre”. A Martí Batres le brotó el represor que lleva dentro, el autoritario de sus entrañas.
No podía ser distinto, como en la fábula de la rana y el escorpión o la frase popular “ya sacó el cobre”. A Martí Batres le brotó el represor que lleva dentro, el autoritario de sus entrañas.

Mensaje Político

Alejandro Lelo de Larrea

No podía ser distinto, como en la fábula de la rana y el escorpión o la frase popular “ya sacó el cobre”. A Martí Batres le brotó el represor que lleva dentro, el autoritario de sus entrañas, el que desde el gobierno no permite que los ciudadanos hagan lo él siempre ha hecho: protestas callejeras, toma de instalaciones públicas, bloqueos de calles, avenidas, aeropuertos.

Batres aguantó 8 días menos que los 47 que duró el plantón de López Obrador en 2006 –con carpas vacías o semivacías– desde el Zócalo y hasta Reforma. El domingo pasado, minutos después de las 10 de la noche ordenó un operativo que calculan de unos 500 granaderos –esos que ya no se llaman granaderos– para dispersar, lanzar por la fuerza a comerciantes de Tláhuac afectados por el desastre de la Línea 12 del Metro, ocurrido el 3 de mayo de 2021, hace 27 meses.

Los granaderos, con cascos, toletes y escudos ingresaron intempestivamente al salón de usos múltiples de la Secretaría de Gobierno para desalojar voluntariamente a fuerzas a los comerciantes de la organización “Yo Soy Otra Víctima de la Línea 12”, quienes estaban ahí desde el 14 de junio a petición del propio Batres, que en sus últimas horas como secretario de Gobierno les dijo que ahí esperaran para continuar la mesa de diálogo y resolverles su problemática. Le hicieron caso, me cuenta Alina Vázquez, una de las pequeñas empresarias.

Me narró que el domingo pasado los granaderos empujaron con sus escudos a los comerciantes para que abandonaran el edificio de Gobierno, por supuesto con la amenaza latente de usar el tolete, a pesar de que enfrente predominaban mujeres y personas de la tercera edad. Era un operativo desproporcionado. Los comerciantes calcularon unos 500 granaderos para desalojar a unas 60 personas. No les dieron ni oportunidad de recoger sus pertenencias, pues participó personal del servicio de limpia que todo lo tiró a la basura.

No bastó con echar a los comerciantes del inmueble público, me relata, los encapsularon y por la fuerza los llevaron a tres calles de distancia, hasta Venustiano Carranza, sin importar que se encontraran en vía pública. Todo un atropello, una violación a su libertad de tránsito, entre otras linduras del demócrata libertario Batres. “Violentaron nuestros derechos humanos y ya los hemos denunciado”, lamenta Alina Vázquez.

“Yo Soy Otra Víctima de la Línea 12” la conforman más de 200 comerciantes que iniciaron una lucha desde enero pasado para que el gobierno capitalino los indemnice porque desde hace más de 2 años está cerrada la Avenida Tláhuac –tras el desplome del Metro–, donde tienen sus pequeños negocios establecidos. La mayoría quebraron. Los que se salvaron tuvieron que despedir a sus trabajadores y hoy arrastran pesadas deudas. Por eso pidieron que los resarzan con dos años de dos salarios mínimos al día, un total de 298 mil pesos. El gobierno sólo quiere darles 88 pesos por día, que equivale a 4 kilos de tortilla. “Con eso no pagamos ni la mitad de las deudas”. ¿Qué sigue ahora para ellos? Ella responde: “Continuar la lucha en las calles, bloqueando avenidas, oficinas de gobierno. No tenemos de otra. Los escritos no sirven de nada, hemos metido como 14 oficios y ni uno han respondido. Estábamos en mesas de diálogo y el Gobierno las canceló echándonos a los granaderos”.

Batres pronto se quitó la piel de oveja, enseñó su verdadero rostro represivo frente a los ciudadanos. ¿A qué se atreverá cuando inicien las campañas? Lo veremos.

David Polanco

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