Mensaje Político
Alejandro Lelo de Larrea
¿Y qué ganó la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum con haber recorrido por segunda ocasión en menos de seis meses todas las alcaldías de la capital? Parece que no mucho, y hasta perdió, porque en su propio movimiento desconfían de sus niveles de aceptación y hasta la hacen a un lado, como Delfina Gómez, candidata de Morena a la gubernatura del Estado de México.
Sheinbaum no debería desconfiar de ella, porque ambas tienen todo el aval, simpatías y apoyo desmedido del presidente Andrés Manuel López Obrador. Por ello es que la jefa de Gobierno debería estar más que preocupada si en su cuarto de guerra la tienen informada de que sus niveles de aceptación rondan el 45 por ciento. Por eso no la invitaron al cierre de Delfina en Texcoco, porque ha perdido ya la Ciudad de México, y temen que en vez de ayudar su presencia perjudique.
Lo más riesgoso para Sheinbaum es le estuvieran ocultando la realidad o se creyera las encuestas que hacen sus amigos dizque demóscopos en que le cucharean a tal grado que hasta la presentan con una aprobación mayor al 70 por ciento. Una fantasía.
En realidad, pueden decirse tres cosas como resultado de esta nueva gira de Sheinbaum por las 16 Alcaldías. La primera, mostrar obediencia al presidente López Obrador, quien le dio la orden de ese “acercamiento” con la gente, que no lo fue tanto porque iba entre vallas, sin escuchar realmente a las personas, y con mensajes unidireccionales.
Segundo, que la oposición nuevamente la acuse de violentar la Ley porque está usando el cargo en el Gobierno de la Ciudad para promoción personal. Ya enfrenta una nueva queja ante el INE, bastante fundada, por actos anticipados de campaña y uso indebido de recursos públicos.
Y el tercer hecho es haber quedado mal con algunos alcaldes de oposición, quienes de manera amable, institucional, asistieron a los eventos de la jefa de Gobierno y se encontraron con que los acarreados a los mítines en vez de recibirlos de manera elegante, les organizaron rechiflas al estilo del porro Martí Batres, como aquellas contra su entonces jefe Marcelo Ebrard, por la cual lo corrió de su gobierno en 2011. O sea, te invito a mi fiesta, asistes por un cumplido con la anfitriona, y te maltrato. Muy corrientes. Lo padecieron las alcaldesas de Tlalpan, Azcapotzalco, y los alcaldes de Coyoacán y La Magdalena Contreras.
Por cierto, de los alcaldes de oposición que acompañaron a Sheinbaum en el templete de sus mítines, abuchearon a todos, excepto ayer al priísta Adrián Rubalcava, de Cuajimalpa. Hay al menos cuatro razones por las que se salvó de la rechifla. La primera: porque es del PRI, que a todo ha dicho que sí a la jefa de Gobierno. La segunda, porque Rubalcava le ha echado porras en público a Sheinbaum. La tercera, que es amigo de Martí Batres –ambos fueron alumnos de René Bejarano, el Señor de las Ligas–.
Y la cuarta razón, porque Rubalcaba, en términos de su actuación política, ya no parece de oposición; más bien es como un falso militante más de Morena, de la “4T”. Después de esta gira, Claudia Sheinbaum está muy necesitada de volver a las entidades federativas, promociones que le prohibió desde enero López Obrador, tras el choque en la Línea 3 del Metro que causó la muerte de una joven de 18 años.
Sheinbaum todavía tiene varios frentes abiertos y uno principalísimo que difícilmente va a cerrar en el corto plazo, que le ha provocado impopularidad y le puede costar la candidatura, es el mal estado del Metro y tantas fallas, algunas de altísimo riesgo. Lo veremos.
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