Para Contar
Por Arturo Zárate Vite
La práctica del “tapado” en la elección del candidato presidencial se remonta a la etapa del porfirismo y se perfecciona a partir del nacimiento del Partido Revolucionario Institucional, con reglas no escritas que se respetaban al pie de la letra, como aquella atribuida al dirigente obrero cetemista Fidel Velázquez “el que se mueve no sale en la foto”.
Nadie se movía, al menos públicamente. Los que llegaron a moverse se quedaron en el camino, sin posibilidades de volver a competir. Fue el caso de Mario Moya Palencia, quien fuera secretario de Gobernación. Estaba tan entusiasmado y acelerado por sus seguidores que ya hasta tenía pancartas y carteles que lo proclamaban como aspirante para la competencia presidencial.
Cuando el partido decidió dejar atrás el mecanismo tradicional, se le complicó el proceso y el resultado de la elección constitucional. Llevó a cabo lo que sería una contienda interna con seis priístas que expondrían de manera directa sus propuestas a la militancia. Terminó en simulación porque al final decidió el presidente en turno, como marcaba el ritual partidista. Tuvo que resolver de última hora confusiones provocadas por inconformes. Alfredo del Mazo González soltó el nombre del entonces procurador Sergio García Ramírez cuando el “dedo” presidencial había señalado a Carlos Salinas.
También Manuel Bartlett, quien estaba en la Secretaría de Gobernación y en esa calidad era presidente de la Comisión Federal Electoral, responsable de organizar las elecciones, no ocultó su malestar. Creció el conflicto poselectoral y todavía hay muchos que dudan del resultado. No se olvida la “caída” del sistema cuando las cifras empezaban a favorecer al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.
La práctica del “dedazo” y el “tapado”, como alguna vez los describió Roberto Casillas en su libro “La Decisión Presidencial (1983), quien fuera secretario particular de José López Portillo, la resolvía un solo hombre después de que su criterio era amoldado y regulado por distintas voces, hasta convencerse de que escogía al correcto.
Salinas optó por Luis Donaldo Colosio. Al ser asesinado el sonorense, desde Los Pinos se decidió que el sustituto sería Ernesto Zedillo, quien durante su gobierno marcó la sana distancia con su partido.
Con Zedillo en la presidencia, la siguiente candidatura le fue entregada a Francisco Labastida, quien perdió con Vicente Fox.
Fox no pudo imponer como su candidato a Santiago Creel. El proceso interno lo ganó Felipe Calderón. Y Calderón tampoco pudo lograr que el candidato fuera Ernesto Cordero, quien perdió la elección interna con Josefina Vázquez Mota.
Enrique Peña Nieto se olvidó del método tradicional descrito por Casillas e impulsó a José Antonio Meade, desvinculado del priísmo.
Andrés Manuel López Obrador no tuvo competencia para convertirse en candidato de Morena en 2018.
Para el 2024, los dirigentes del partido en el poder han dicho que el candidato se elegirá por encuesta. Los aspirantes están a la vista y sigue abierto el periodo de inscripción, así que una vez que se aproxime la fecha, no hay que descartar sorpresas en la lista de interesados.
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